He perdido la cabeza

He perdido la cabeza
-He perdido la cabeza -Eso me temo,estás loco,chalado,majareta...Pero te diré una cosa, las mejores personas lo están

jueves, 14 de julio de 2011

Vuelo a las estrellas

A veces creo que mi mente está desequilibrada. Lo pienso cuando veo al resto de la gente mirarme con una mezcla de repulsión y miedo en el rostro. No sé, yo solo busco nuevas formas de conseguir lo que imagino.
¿Mi próximo proyecto? Llegar a tocar las estrellas. Sí, las estrellas.
Llevó varias semanas cazando mariposas para ayudar en mi tarea. Cientos de tarros colocados por toda la casa, sobre todos los muebles...
Seguro que os preguntais como voy a hacer lo que me propongo, seguro que pensais que es imposible, pero no, yo se lo que falló la primera vez que alguien lo intentó y no cometeré el mismo error.
Ícaro intento volar al sol con alas de cera y cayó. ¡Alas de cera! fue una locura, acabo hecho papilla contra el suelo todo roto, todo roto... y derretido jajajajaj.

Enhebro una nueva aguja con hilo de plata y cojo una de las mariposas azules. Aletea en mi mano, tratando de escapar, pero no voy a matarla... solo quiero que se quede unida a mi creación. Le atravieso el abdomen con la aguja y por un instante deja de moverse. Tal vez haya muerto, no importa, la saco del hilo y me dispongo a coger otra. Quizás pinchando un poco más arriba...
Por fin consigo encontrar el lugar por donde atravesar los insectos sin matarlos. Con los pájaros fue más fácil, simplemente dejaron de quejarse después de que les arrancara las alas, y coserlas entre sí fue fácil.

Volaré, volaré...
Eso es lo único que puedo pensar mientras veo mi obra terminada, todas aquellas pequeñas alas azules agitándose a un tiempo sobre las alas de plumas...
Queda la parte más complicada, preparar las alas para saltar.
Me coloco entre dos espejos, con la espalda descubierta, las alas a mis pies y la aguja con el hilo preparado en la mano. Con sumo cuidado empiezo a coserlas a mi espalda, justo sobre los omóplatos. La aguja entra y sale de la piel, teñida de rojo, duele, pero merecerá la pena cuando llegue a las estrellas.
Ya estamos listas, pequeñas criaturas, ya podemos volar, vamos a llegar tan alto como nunca nadie ha soñado... Loca decían jajajaj.
Subo a la azotea del edificio, necesitaré altura para levantar el vuelo. Las costuras escuecen. Siento el aire golpearme de frente, abriendo mis alas, las mariposas se agitan, asustadas o emocionadas por nuestra próxima hazaña. Lo más probable es que sea emoción.
Me acerco al borde, sonrío, no puedo dejar de sonreír, es divertido, volar, volar... y me dejo caer. Las alas se llenan de aire, tiran hacia arriba. los insectos tratan de huír al cielo pero están cosidos entre sí, y yo caigo, caigo... ¿Por qué no vuelo? 
Veo el suelo cada vez más cerca, en cualquier momento levantaré el vuelo, en cualquier  momento. Sopla un viento más fuerte, las alas se impulsan hacia arriba pero yo no. Siento un desgarrón, un dolor atroz en la espalda y sé que he perdido las alas. 
Casi he llegado al suelo. Me explotan los tímpanos, no oigo nada.
Le daré recuerdos a Ícaro cuando lo vea, le diré que mi inventó sí funcionó, que ha llegado a las estrellas...
Abro la boca para gritar pero me falta el aire...
Cierro los ojos.
El suelo.


miércoles, 13 de julio de 2011

Compases

Burbujeó la tinta de las notas
y espesa resbaló por el papel.
Se arrastró lentamente a través de las cinco líneas,
como un insecto negro y brillante.
Un olor nauseabundo empalagaba el aire,
mientras las notas abrían en la piedra heridas humeantes,
devorando con sus pequeños dientes la carne pétrea.
Su dura superficie surcada de venas y regueros de sangre.
Gota a gota, cayó el espeso líquido sobre el cuerpo desnudo.
Su piel, cubierta de heridas, hirvió al contacto. 
Lentamente, el líquido lamió con lascivia su piel,
penetrando con su lengua, infecta, en la carne abierta.
Temblores febriles se adueñaron de su cuerpo,
por sus venas corrió dulce y voraz el veneno
hasta rasgar su cuerpo.
Los temblores cesaron.
Solo el silencio.

viernes, 8 de julio de 2011

Burbuja

Caminó descalza hasta el baño.
El agua de la ducha empezó a sonar y ella dejó caer el etéreo vestido blanco hasta el suelo.
Sus pisadas sonaron con suaves salpicaduras cuando se metió en la ducha.
Se apoyó contra la pared, formada por pequeños azulejos azules y apoyó su pesó contra ella, deslizándose hasta el suelo negro.
Se quedó así, con los brazos cruzados alrededor de la cintura y las piernas encogidas , mientras el agua caía sobre ella. 
Cerró los ojos, tenía el pelo oscuro pegado a la cara y los labios entreabiertos, quizás siguiendo la canción que sonaba desde lejos.
Pasó horas bajo el agua, con los ojos cerrados, ajena al mundo, cada vez más encerrada en sí misma, esperando que el agua se llevara la tristeza, la soledad, el dolor...
Cuando la encontré, seguía encogida en una esquina, pero ahora apretaba los ojos con fuerza, al igual que los labios. Abrí la mampara y entré, agachándome junto a ella. Con delicadeza, le aparté el pelo de la cara, a esa distancia pude ver que no era solo el agua de la ducha lo que empapaba sus mejillas. Le puse la mano bajo la barbilla y ella levantó la vista hasta mí, sus ojos estaban rojos de llorar, vidriosos y brillantes.
La abracé. Simplemente eso, rodeé su cuerpo desnudo y frágil con mis brazos y la abracé. Ella emitió un pequeño gemido lastimero y sentí como sus cálidas lágrimas morían en mi cuello.
No puedo decir con exactitud durante cuanto tiempo la sostuve así, con el agua cayendo sobre nosotros, pero tampoco importa.
Cuando sentí que el llanto se atenuaba, la cogí en brazos y me levanté. Me costó más de lo que pensaba, ya que mi ropa empapada era un enorme peso extra. 
Salimos del baño, mis pasos sonaban como si pisara charcos. Para cuando llegué a la habitación y la dejé sobre la cama ya se había dormido, agotada. 





viernes, 1 de julio de 2011

Conexiones en el cielo

Abrió la ventana y salió al tejado.
El aire olía a verano, a esa agradable mezcla de calor y brisa marina.
Se tumbó, con los ojos abiertos y los brazos detrás de la cabeza. El cielo se abría a sus ojos, infinito, cubierto de miles de brillantes blancos que iluminaban los tejados. 
Contemplaba la luna, en silencio, soñando que era como un punto de conexión, que unía a todas las personas que como ella estuviesen en ese mismo momento contemplando la esfera plateada. La idea le hizo sonreír. Al mirar la luna miras a quien la contempla, independientemente de la distancia.
En otro lugar, a kilómetros de allí, un chico sonreía ante esa misma luna, con el mismo pensamiento.