He perdido la cabeza

He perdido la cabeza
-He perdido la cabeza -Eso me temo,estás loco,chalado,majareta...Pero te diré una cosa, las mejores personas lo están

jueves, 8 de julio de 2010

La tormenta

El rayo iluminó la pálida figura que yacía tendida sobre las sábanas. La joven despertó sobresaltada por la luz que entró por su ventana, irrrumpiendo en sus sueños.
Fuera tronaba. La chica se abrazó con fuerza a la almohada y se pegó a la pared de la cama, con los ojos abiertos de par en par, escrutando la oscuridad. Un nuevo rayo iluminó la estancia. La seguridad de su habitación se tornó siniestra con la tormenta, que parecía estar cada vez más cerca.
Pasaban los minutos y el tiempo empeoraba, la lluvia golpeaba con fuerza contra el cristal, como si quisiera romperlo. Los rayos atravesaban el cielo, dejando sobre su cuerpo replandecientes cicatrices. Y los truenos, clamando cada vez más alto, parecían sonar en su interior.
La muchacha dejó a un lado la almohada que la había arropado y se alejó lentamente de la seguridad que le ofreció su cama, para acercarse con paso lento hasta la ventana. Contempló el cielo a través del cristal empapado, las fugaces luces iluminaban su blanca figura contra la oscuridad del cuarto.Tras unos instantes, sujetó la manilla y abrió la ventana.
La lluvia cayó feroz sobre ella, formando un charco a sus pies y pegando a su cuerpo la fina tela blanca que lo cubría. Sonó otro trueno. La joven subió por la repisa de la ventana hasta salirse al tejado. Sus pies descalzos se clavaron las pequeñas piedras sueltas que había en la inclinada superficie.
Con esfuerzo, alcanzó la base de la chimenea, y se quedó allí sentada, abrazándose las rodillas, observando la tormenta destrozar el cielo con sus garras. Una única lágrima se deslizó por su mejilla, invisible, consumida por la lluvia que la empapaba. Allí sentada, sola en mitad de la tormenta, la sobrecogió una sensación que llevaba días sintiendo, una sensación que la ahogaba, que le estaba oprimiendo el pecho. Una sensación de pequeñez, de insuficiencia. De no ser capaz de enfrentar ese mundo que se presentaba ese día, cruento, ante sus ojos.
Se sentía vulnerable, desnuda ante la luz de los relámpagos y los rugidos de los truenos. Un calor agobiante se pegaba a su piel, al igual que lo hacía su camisón empapado. El último rayo rasgó su interior, el último trueno hizo temblar su cuerpo. Observó con ojos turbios el final de la tormenta, el momento en que la noche dio paso a las primeras luces del día. Y se escurrió como aquella lágrima, invisible, arrastrada por la lluvia.


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